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a investigación etimológica realizada por el Consejo Heráldico Italiano – Instituto Marqués Vittorio Spreti, denominada Étimos, es lo que todos deberían hacer para descubrir el origen del apellido que se determinó entre el año 1000 y los siglos XII y XIII, después de que las invasiones barbáricas hubieran abatido el uso romano del praenomen, nomen y cognomen (por ejemplo Publius Cornelius Scipio Africanus está compuesto por el praenomen, o nombre individual, Publio; por el nomen Cornelius, que indicaba la pertenencia a la gens, es decir, a la casta o linaje; por el cognomen Scipio, que señalaba finalmente la familia; en el caso que se trata, Africanus representa el agnomen, es decir, el sobrenombre).

Con la crisis del Feudalismo y el consiguiente reforzamiento de las principales ciudades, los Ayuntamientos constituyen centros de atracción, determinando fenómenos de importante inmigración interna de las aldeas a los grandes centros, con un movimiento de bienes y una intensa participación en la vida pública y social. Solamente entonces se sintió la necesidad de identificar exactamente a los individuos añadiendo al nombre – es decir, al apelativo particular de cada individuo – el apellido (cum nomine), o sea, un status civil capaz de distinguir a cada individuo.

Las formas apellidantes italianas son aproximadamente un millón, mientras que los apellidos puros son unos 280.000 aunque casi la mitad de ellos pueden constituir tanto variantes gráficas como formas de otra naturaleza relativas a sobrenombres, fitónimos, topónimos, patronímicos, matronímicos, profesiones, territorios, virtudes, hazañas y características personales; por ejemplo los Rossi derivan de un sobrenombre que subraya una característica muy precisa, el color del pelo, y es actualmente el apellido más común ya que lo llevan 70.000 ciudadanos italianos; después de Rossi los apellidos más difusos en Italia son Russo, Ferrari, Esposito, Bianchi, Romano y Colombo.

El proceso de fijación del apellido se concluyó a grosso modo en la época del Renacimiento, cuando el linaje se transformó en inmutable por ley y de este modo transmisible de padre a hijo. Los apellidos también pueden derivar de nombres personales de origen latino (Adriani, Cesari), germánico (Carli, Federici), griego (Cristofori, Teodori), de nombres de formación medieval, como Bonaventura y Benvenuti y de nombres históricos como Achilli, Polidori, Rinaldi y Orlandi.

Ciertos apellidos son francamente extravagantes e incluso nuestros estudiosos más agudos tienen que rendirse ante la impenetrabilidad de su sentido (es el caso de Abbracciavento, Idrogeno, Tontodimamma, Sfondalmondo, Tuttoilmondo, etc.).

También tenemos los de carácter latino eclesiástico como Dominus, Sicuteri, Agnusdei, Paternoster, Chiesa, Diotallevi, etc. y luego los que resaltan el aspecto o el carácter: Piccoli, Zoppi, Malfatti, Storti, Allegri, Onesti, Spinoso, Brutti, Belli, los étnicos y topónimos: Lombardo, Trevisi, Padovani, Tedeschi, Della Costa, del Monte, Bulgari y también Ronchi (habitante de las proximidades de un viñedo) o Brambilla, proveniente del valle bergamasco.

Otros muchos italianos deben su apellido a los árboles, flores o frutas que se hallaban cerca de su morada, entre ellos: Oliva, Olmi, della Rovere, Quercia, Foresta, Uva, Boschi, Campagna, Allori, Agli, Ruta, Grano, Erba, Pigna, Buonvino, Belgrano y Fava.

Otro criterio de distribución es el de los cargos civiles, los títulos militares o la condición social - Giudice, Cardinali, Padrino, Podestà, Gonfalonieri, Capitani - o del nombre del padre, de la madre o de un abuelo, a veces precedidos por la preposición ‘di’ o por los artículos determinados ‘lo’, ‘la’, y, en algunos casos, por la forma tronca ‘fi’’ (Annibaldeschi, Di Maria, Di Giovanni, La Franca, Firidolfi, Filangeri, Fittipaldi – hijo de Tebaldo -, Serianni – de Messer Janni o Giovanni -, Soranzo – del Señor Angelo -, Papazzoni – de Papá Azzone -; etc. ).

Por el apellido de origen satírico e irrisorio o de antiguas profesiones, podemos afirmar estadísticamente que en nuestra península hay muchos Rasulo, lengua que corta como una cuchilla, Pochintesta, que no necesita explicaciones, Fumagalli, ahumador de gallineros, Pallavicini, que pela a los vecinos, Pappalardo, Callegari, chapucero, Pistore, panadero, Marangoni, carpintero, Zampari o Zangari, zapatero, Semerano, sembrador, Passatore, barquero, Scannapieco, carnicero, etc.

Otra categoría de apellidos es la que origina la posesión de un feudo, localidad cuyo o cuyos propietarios, aún antes de que la nobleza se dividiera en distintos títulos, se llamaron Señores dando origen de este modo a los apellidos di Savoia, di Montalto, di Montefeltro, di Ventimiglia, di Capua, di Strassoldo, d’Otranto, di Risicalla, di Villa San Giorgio, di Biancavilla, di Egnazia, di San Nazzaro, di Monforte, di Montauto y di Montenevoso; a menudo las partículas di, de, del, dei, delle, della, etc. cayeron en desuso dejando el nombre de la localidad, como Gravina, Acquaviva, Capua, etc.

Además están los que proceden del nombre de animales o por similitud de virtudes y defectos: Gatti, Leoni, Lupi, Orsini, Cavalli, Porcu, dal Verme, Vitelleschi, Luparelli, Nasoni, Piccolomini, los que proceden de ornamentos: dello Scudo, Cicogna, del Carretto, del Drago, della Croce, della Scala o de objetos de uso común, de paz o de guerra: Mazza, Spada, Lancia, Balestra, Barile, Bandiera, Panebianco, Miele, Anfora, Elmo, Nave, Ferro, Lanza, Carafa, etc.

Los que proceden de profesiones: Medici, Cavalcanti, Fabbri, Muratori, Caprai, Carradori, del Duca, Conti, Marchesi, Capitani, Logoteta, Semeraro, Barbieri, Bottaro, Acquaioli, Fabbri, Sarti, de facciones ciudadanas: Ghibellini, Reali, Popoli, Guelfi, Palleschi o de vicisitudes particulares: dell’Orologio, Bentivoglio, etc.

Los que derivan de sobrenombres, muy comunes en la Edad Media, y de los que no quedaron inmunes ni siquiera personajes famosos como: Umberto Biancamano, Federico Barbarossa, Baldovino il Lebbroso, Giovanni Senza Terra, Riccardo Cuor di Leone, Pipino il Breve, Federico il Gobbo, y además Papafava, Machiavelli, Castracani, Pisacane, Baciadonna, Trentalance, Crollalanza, Mangiacristiani, Buoncristiani, Frangipane, Bonaparte, Malaspina, Malatesta, Fieramosca, Bevilacqua, Buoncompagni, Senzadenari, etc.

Los de carácter religioso: Abate, Priore, Monaco, Monicelli, Chiesa, Chierici, Clerici, Chiericati, Episcopo, Arcidiacono, Frate, Papa, Prete, Cardinale, etc.

Muchos son apellidos embarazosos actualmente en uso como: Vacca, Troia, Morte, Cacco, Monorchio, Muto, Gambacorta, Minchia, Grugno, Colleoni, etc.

En cualquier caso, sea cual sea el origen etimológico de un apellido, sin duda sigue siendo fascinador reconocer el significado y, de cualquier modo, comprender la génesis histórica con presumible referencia al hecho, al acontecimiento, a la circunstancia o a la característica de un antecesor que ha dado origen a nuestro apellido.

   
   
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Consejo Etimológico